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La Esperanza
El mundo era un lugar feo. Los animales ya no cantaban su melodía dulce, y toda la gente llevaban un ceño. Aunque, hubo una chica que era diferente del todos. Esta chica tenía algo que nadie cerca de ella tenía. Ella creía que hubo un futuro; un futuro donde todo sería mejor, y la guerra no existiría; un lugar de alegría y amor.
Su ciudad no estaba en acuerdo con ella. Nadie excepto Felipe, su amigo, su ñaño por todo su niñez se escuchaba a ella. “Gala, estás loca,” él decía, “pero pienso que es bonita. Se necesita a alguien muy especial para pensar como tú. Eres la flora más brillante del campo, y yo sé que tenemos una amistad por siempre.”
Gala se sentía muy afortunada tener su amigo, pero ella no le escucharía. Ella no puede creer que este fue todo. Leyó muchos cuentos, y supo que todo siempre tiene un fin alegre. Este tuvo que ser la verdad, o, por lo menos, ella necesitó creerlo, o su alma no viviría. Así, ella pasaba sus días lo mejor que pudo.
Pero, un día, todo se cambió. “Mi mamá ya no piensa que Guernica está segura. No puedo creerlo, pero voy a mover a Bilbao.” Gala sintió su corazón rompió. Ella supo que ellos conocerían otra vez un día, pero ella no supo cuando o donde; tierra o cielo.
Y así, él salió. Los días pasaban, y Gala, a pesar de todo, todavía tenía esperanza; la ciudad crecía más y más deprimida.
Luego, inesperadamente, la bomba impactó. La ciudad, la ciudad bella, ya no fue. La gente pereció en solamente segundos, sin dejar ningún sobreviviente. La chica yació en la tierra, el cuerpo separó de la cabeza, ahora todos menos un irreconocible muñón.
Hacía viento, el aire llevaba una mezcla de polvo y confusión. Unos flores de un campo cercano voló encima del cuerpo, cubriendo toda la sangre con los pétalos.
Felipe corrió cuando oyó las noticias. Él corrió hasta alcanzó el punto; el punto que solía ser la casa de Gala, su amiga, su ñaña. Él vio nada más que escombros. En la angustia, cayó al suelo, y empezó a llorar. Un nube de polvo se levantó a su alrededor, revelar una variedad de colores bajo de alguna metralla. Hizo una pausa, y la levantó.
Se quedó mirando a la anomalía por unos minutos. El cuerpo de Gala parecía, de alguna manera, viva, su cabeza ahora un ramo de flores, casi tan bella como ella fuera. Él no pudo comprender como una cosa tan bonita puede existir en una lugar tan feo.
De repente, por la primera vez, algo en su pecho levantó. Mientras observaba el cuerpo, recordó que su amiga lo dijo, que el mundo mejoraría. Él ahora sintió una cosa que ya no sintió antes: la esperanza.
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